sábado, 18 de febrero de 2012

TAN SOLO UNA CRIATURA

Tocaba final de 2007 y nació Cris. Una criatura que, aun cuando al principio de su existencia parecía endeble,  ya a las primeras semanas de vida mostró una fuerza envidiable. Cierto es que, como todo lo recién nacido, en sus primeros pasos, nadie pensó que su avance por esta vida que nos acoge iba a ser tan robusto, tan firme.

Pero Cris no lo tuvo nada fácil para llegar con la fuerza y el vigor con la que luego se mostró, no. Sus padres, desconocidos oficialmente aunque de sobra runruneados por todos, no la reconocieron. Apenas algunos quisieron asumirla, entenderla, reconocerla como la criatura que era. Pero, por lo general, Cris sintió el desprecio de casi todo el mundo en sus primeros momentos infantiles. Muchos ni siquiera quisieron reparar en su infantil existencia.

Fue pasando el tiempo y Cris seguía creciendo; a su alrededor todo igual. La gente la miraba de reojo, intentaba esquivarla, como si fuera una apestada. Los unos la ignoraban, lo otros la veían pero no la consideraban, y algunos, los menos, notaron en ella cierto aire vil; casi nadie la apreció como un bebé. No se llegaba a atisbar en ella la hermosura del neonato. Pero Cris, con esa vitalidad con la que nació, con esa fuerza con la que empezaba a desarrollarse, se acercaba cada vez más a la gente y cada vez a más gente. Su vitalidad, sus ganas por arraigar en este mundo, le conferían un carácter digno de reconocimiento. Poco a poco la gente se fue acostumbrando a su presencia. Al fin y al cabo, aun cuándo les molestaba su presencia a unos y poco le importara a otros, tampoco les incumbía directamente el estar de la criatura.

Y el tiempo pasó y pasó. Cris, cada vez con más vigor, con más soltura, con más descaro fue entrando, a hurtadillas en algunos casos y de sopetón en otros, en todos los hogares del lugar, estrechando relaciones con cada vez más y más vecinos. Éstos, las buenas gentes del lugar que ya se habían acostumbrado a la presencia de la criatura, veían como, cada vez más, estaban pendientes de la pequeña, como cada día que pasaba, la muchacha se hacía un hueco en sus vidas. Empezaban a vivir pendientes de ella. Los envolvía, casi los aturdía con su presencia.

Nunca nadie quiso reconocer su maternidad, nunca. Pero todos creían saber quienes eran sus progenitores. De hecho, cada vez eran más los que atribuían la progenie a tal o a cual. El caso era poner nombre a los responsables genéticos de aquella criatura que había a empezado a formar parte de las casas, las vidas, los corazones de los paisanos.

La niña creció, y en el lugar su presencia lo cubría todo. Todo el mundo empezó a estar atento, estrictamente pendiente de su figura. De la criatura emanaba algo que, al tiempo que absorbía a los lugareños, los iba sumiendo en una profunda y pausada desgracia. Desgracia que mucho tardaron en reconocer como tal, pero que una vez reconocida hizo que el sentimiento hacia ella se tornara inquina. Empezaron a odiarla con todas sus fuerzas. ¿Cómo una criatura tan pequeña, de hace apenas unos años, era capaz de generar tanto odio en la zona?

La criatura no era la culpable de su existencia, esa que tanto molestaba a la gente. Ella solo quería vivir, como quieren todas las criaturas. No podía entender por que la gente no veía en ella dulzura, paz, tranquilidad. Y pensaba, ¿por qué nadie me quiere? ¿Por qué papá y mamá no me reconocieron, ni me reconocen como hija suya?

Poco a poco, pero en no demasiado tiempo, el lugar se volvió inhóspito, la gente empezó a reclamar la presencia de los progenitores de la muchacha. Nadie quería reconocerse como el responsable de la damisela. Todos sufrían aquel encanto, pero nadie reconocía su provenir.  La gente se peleaba en la calle, las revueltas eran cotidianas. Todo el mundo parecía cabreado con todo el mundo. La zozobra se adueño del entorno. Unos a otros se miraban con recelo, viendo en el otro al culpable de que aquella niña hubiera aterrizado en aquel lugar. En esencia, todos culpaban a la niña, pero contra ella nada podían. Era una cría. Querían echarse a la cara a los tutores. Empezaron a buscar... No los hallaron. Los intuían. Los suponían. Seguían sin aparecer.

Mientras la tensión creada por la presencia de la niña crecía y crecía, ésta, hacía lo propio. ¿Por qué no se va de aquí esta criatura? Se preguntaban los vecinos. La criatura no se iba a marchar, era necesario echarla. Pero, ¿cómo se echa a una niña? Era necesario que se la llevaran quienes la habían traído a este mundo. Pero, ¿quiénes habían sido?

El lugar se convirtió en un mar de llantos, plegarías, sueños rotos y futuros lacerados, mientras la criatura entrañaba con más y más vecinos; incluso con aquellos que nunca pensaron que la niña se les acercaría, ni siquiera para saludarlos.

Finalmente, una mañana, Cris despertó y comprobó, aturdida, que no había nadie en el lugar, que estaba sola. Ella. Ella que necesitaba tanto de esa gente, ya no la tenía a su alrededor. Intentando llegar a todos, había conseguido, sin saber bien por qué, deshacerse de todos.

Nunca se supo nada de sus padres. O más bien, sus padres nunca la reconocieron. Nunca se atrevieron a decirle al mundo “yo soy el responsable de esta tan bien gestada criatura y que tanta desgracia os ha traído”

Y así, al no haber nadie a quien arrastrar a la desesperación, a la desgracia, al límite, Cris, Crisis como la llamaban quienes la respetaban y no tenían miedo a pronunciar su nombre, desapareció. Tras ella, en el lugar, quedó la pena, el desasosiego y... la esperanza. La esperanza de que una vez la criatura se había marchado, de los restos, resurgiera el esplendor, un sano porvenir y la alegría que en el lugar reinaba antes del nacimiento de aquel nefasto bebe: Crisis Expósito Expósito.

P.D. ¿Realmente conocemos a todos los padres que tiene esta criatura? ¿O solo buscamos culpables para evadir la responsabilidad que cada uno tiene en esta paternidad?

2 comentarios:

  1. Querido Ramón, no he podido evitar que Clin leyera tu artículo y creo que te ha respondido con una carta abierta en mi Blog.
    Una cosa, aparte de lo que dices en tu relato, te informo de que me he quedado atrapado pos la historia. Estaba deseando llegar al desenlace. Una narrativa intensa, entretenida y capciosa. Regálanos más.

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  2. Llevo ya dos intentonas pero no hay forma.La informática y yo somos irreconciliables.
    Te decía, Ramón, que todos somos padres de esta diabólica criatura. Mientras estaba en el vientre de su madre, nadie hizo nada por no concebirla, y los meses pasaron, la niña nació y hoy, ya mayorcita, nos amarga la existencia.
    Será cuestión de luchar contra ella desde dentro... echar la culpa al sistema no deja de ser, además de utópico, inalcanzable.

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